Monday, April 03, 2006

Pinturas y esculturas de Pablo Rey


Las manifestaciones Artísticas del ser humano son tan antiguas como la propia humanidad. Y esas manifestaciones perduran en el tiempo, también en su forma más primitiva y espontánea. Sin duda se mantendrán mientras el ser humano permanezca sobre la faz de la tierra.

Una muestra de esa manifestación artística primitiva y espontánea son las pinturas y esculturas que se muestran en la sala de exposiciones del Calerito. Su autor es Pablo Rey de Pedraza, natural de Orgaz (Toledo), nacido a mediados de 1943. Cuenta, por tanto, 64 años.

Su características psicofísicas le encuadran en un género artístico que el pintor y coleccionista Jean Dubuffet definió en 1945 como “Art Brut”, “arte en bruto” o “arte sin contaminar”. Sus autores, como Pablo Rey, son personas totalmente ajenas al mundo del arte que poseen una gran creatividad y la manifiestan a través de códigos propios y singulares, siendo heterodoxos –en relación con el “arte oficial”- tanto en las composiciones como la ejecución de la obra e, incluso, en los materiales que utilizan. Es un arte abigarrado, con dominio de lo inarmónico en colores y formas. Sus impulsos se plasman reinventando cada fase del proceso creativo, que discurre por caminos alejados de los lenguajes figurativos implantados a lo largo de la historia del arte, marcada por el academicismo y el mercantilismo en sus corrientes más conocidas y reconocidas. Debuffet dice que todos los humanos tenemos un potencial creativo que, en la mayoría de los casos, se ve anulado por la cultura imperante.

Aquellos que ignoran la existencia de corrientes artísticas y se muestran inmunes a los condicionantes sociales son los creadores auténticamente libres. Estas características se observan en la obra de personas que sufren algún tipo de marginación o condicionante en su relación con el entorno social, como enfermos psiquiátricos, presos, solitarios, inadaptados o ancianos.
El propio Dubuffet creó en 1948 la “Compañía de Art Brut” con André Breton, Michel Tapié y otros. Tres años antes había iniciado una colección de obras de estas características y llega a reunir hasta 5.000 obras procedentes de todo el mundo y que se muestran en el Château Beaulieu de Lasusana (Suiza) desde 1976. Buena parte de estas obras están realizadas por enfermos esquizofrénicos, pero Dubuffet siempre rechazó el concepto de “arte siquiátrico” que en algún momento se empleó para catalogar al arte al que nos estamos refiriendo como “Art Brut”.

La marginalidad le viene a Pablo Ruiz de la pérdida de la facultad del habla y el sentido del oído. Lo que no le impide una comunicación relativamente fluida con su entorno a través de la mímica. Pero, sin duda, ese enclaustramiento en su interior es lo que favorece su impulso creativo, y la necesidad de cauces de expresión alternativos que se manifiesta a través de formas y técnicas no convencionales. Se trata de un lenguaje auténticamente original y ajeno a toda influencia y condicionamiento. Un lenguaje en el que se agudiza el grito del silencio en formas de particular dramatismo y expresividad embravecida. Para la comprensión de estas obras es necesario contemplarlas desde un planteamiento iconológico que nos permita acercarnos a su significado en relación con el entorno cultural del artista y su simbología.

A la edad de 5 Pablo Ruiz sufre una meningitis de la que sale sordo y mudo. Por eso todo el pueblo le conoce como “el Mudo”. Aunque asistió a la escuela –la de don Antonio Perea- sus limitaciones sensoriales no le permitieron recibir prácticamente ninguna instrucción. Con 14 años –edad frecuente en la que, por aquellos años, los niños empezaban a trabajar, incluso más jóvenes- se emplea como pastor, oficio que ejerce durante 14 años. Hacia el año 1970 se pasa a la construcción. La caída desde un tejado, que le produce una grave lesión en un pié, le retira de la vida laboral. Hasta entonces, que rondaba el año 1984, no había manifestado ninguna inquietud creadora que se le conozca.

No fue hasta 10 años después cuando acometió su primer trabajo. Una Virgen del Socorro, patrona de Orgaz, fue su primera inspiración. Se trata de una imagen, de mayor tamaño que el original, realizada con cemento en relieve sobre una pared, con contorno ornamental y colores vivos. Esa es una de las piezas que ocupan una pared del patio de la casa, primorosamente decorado con mosaicos, baldosines, azulejos, conchas de molusco y piedras, algunas de ellas labradas, procedentes de los restos del cercano monasterio de San Pedro La Mata. La casa se mantiene con la misma estructura que pudiera tener en la primera mitad del siglo pasado.

El siguiente trabajo lo acomete dos años después y el motivo que elige es el patrono de Orgaz: el Santísimo Cristo del Olvido. Moldea el cemento hasta conseguir un Cristo de tamaño natural, con una gran expresividad en un rostro contundente.

La temática religiosa es constante en los trabajos de Pablo Rey. Como es constante la reiteración de los modelos en su obra. El Cristo del Olvido es una de las figuras más recreadas, junto con la imagen de la Virgen del Socorro.

Dos piezas “talladas” en cemento, colocadas sobre el suelo, ocupan el patio de la casa de Pablo Rey y su hermano Jesús. Su tamaño es también mayor que la imagen original y su peso hace casi imposible que se muevan de su ubicación actual. En estas figuras ya se aprecia una mayor riqueza de colorido, con realces muy pronunciados como el rosa en los labios y uñas de la Virgen y el Niño.

La dificultad que plantea dar forma al cemento lleva a Pablo Rey a tomar la madera como materia prima para sus obras. Y acentúa su inclinación al realismo incorporando el pelo natural en sus imágenes, también en las cejas y pestañas.

Su acendrado sentido religioso le impide tomar otros modelos que no sean de las iglesias. La radicalidad en su expresión artística es pareja a la radicalidad en sus planteamientos religiosos y políticos. Quizás aquí se dé una característica que pueda encuadrar a Pablo Ruiz también en lo que se conoce como “arte espiritista”. Con frecuencia Pablo Ruiz manifiesta recibir del “Amo “ (Dios) instrucciones para la realización de sus trabajos y otro tipo de “revelaciones” con frecuencia de carácter profético. A través de la iconología podrían extraerse sorprendentes conclusiones de las reiterativas imágenes que se pueden concentrar en una misma obra, como la del Crucificado, donde reúne a una pequeña parte del santoral con un guiño a lo sobrenatural cuando presenta una imagen de la Virgen sobre una nube en lo que puede apreciarse una clara simbología de las apariciones.

Se entiende así que la práctica totalidad de su obra sea de motivos religiosos, a excepción de una composición realmente singular y que ocupa un lugar destacado en su colección. Después de mucha insistencia aceptó el encargo de hacer una “Mona del Caño”, figura de bronce –probablemente una diosa de la Abundancia- que hasta los años 60 formaba parte de la fuente que se levantaba en la Plaza Mayor y que abastecía al vecindario. Se trata de una talla muy simple, en madera pintada de purpurina plata, que no recoge el conjunto de la fuente sino sólo la estatua. Esta es la que pudiéramos llamar “su primera obra civil”, como también es la primera de una serie de tres “monas del caño”, la última de las cuales es una auténtica delicia, con una escenificación de un muy particular realismo y una plasmación del ambiente que permite reconocer a los personajes: a Domingo el aguador, al Rubio el pregonero, y a Agustín, también aguador. Un total de nueve figuras, además de los dos borricos con sus aguaderas y la “Mona”, ricamente adornada con purpurina plata y dorada, coronada por los focos que en algún tiempo formaron parte de la iluminación de la plaza.

Hace alrededor de cuatro años, Pablo Ruiz se adentró en la pintura sin abandonar la temática religiosa ni los trabajos en madera. Pinta en el reverso de carteles de toros o de fútbol, en papel de empapelar, en tabla, en plástico o en tela de sábanas. A las figuras de Cristo les imprime una gran expresividad, un gran dramatismo en ocasiones, con un colorido intenso y un conglomerado de imágenes en muchos casos simétricas, en las que se repiten la Virgen del Socorro y otras imágenes que se veneran en el pueblo de Orgaz, además de algunas tomadas de estampas religiosas. La simetría de imágenes en sus composiciones son una constante, tanto en su pintura como en su escultura.

La Virgen del Rocío es, después de la Virgen del Socorro, la imagen más recreada por Pablo Rey, tanto en pintura como en escultura. Una de estas pinturas presenta una característica muy identificativa de este tipo de arte, como es el relieve en algunas partes de la imagen, principalmente el rostro y las manos. En el caso de la Virgen del Socorro la simetría le lleva a plasmar tres veces la misma imagen en la misma composición. Pablo Ruiz comparte estas características con los autores del “Art Brut”, al igual que comparte la “frontalidad” en el sentido del término acuñado por el teórico y arqueólogo Julius Lange en 1982 para definir la representación frontal de las figuras, carentes de perspectiva pero con una simetría en la composición casi perfecta, como si una línea imaginaria dividiera en dos partes iguales la figura.

En la actualidad, Pablo Rey trabaja en una nueva talla, de tamaño considerable, de la Virgen del Socorro.


En resumen, la obra de Pablo Rey se enmarca entre la de los creadores que son totalmente desconocedores del concepto tradicional del arte, siempre condicionado por el mercado y las tendencias estéticas, y que por consiguiente aportan una concepción de la manifestación artística totalmente personal y primitiva.

Es de desear que esta muestra sirva para valorizar un mundo de creación diferente y acerque emocionalmente al espectador a una forma de expresión, totalmente respetable y admirable, de gran valor por su expresividad y autenticidad.


Santiago Gómez
Orgaz, abril 2006



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